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XXIII Ayuntamiento de Tijuana

¿De 2 o de 5 años?


* Toma protesta con un decreto que le amplió el mandato de 2 a 5 años
* Publicada la famosa “Ley Bonilla”, se presentaron impugnaciones
* Durante todo el proceso electoral, nunca cambió el hecho de que los candidatos compitieron por una gubernatura de 2 años
 José Ángel Inzunza Mendoza
Séptimo Día/ Tijuana
Esta noche del 31 de octubre de 2019 rinde formal protesta Jaime Bonilla Valdez como Gobernador Constitucional del Estado de Baja California, con una convocatoria electoral publicada el 1 de enero, conforme al decreto Constitucional de 2014, para 2 años, pero que, pese a consumarse la elección el 2 de junio, el 8 de julio la XXII Legislatura amplió el mandato a 5 años, y se publicó el pasado jueves 17 de octubre, por la noche.
Con esa reforma fuera de tiempo está presumiendo el nuevo gobernador que “gobernará 5 años”, pero como se presentaron impugnaciones, la Suprema Corte de Justicia de la Nación, aunque el mandatario ya esté en funciones, puede echarle para atrás esa extensión, porque es una reforma que debió hacerse antes del proceso electoral.
Curiosamente, nomás se realizó la consulta inducida, dirigida y muy reducida, el presidente del Congreso del Estado, Catalino Zavala Márquez, “encontró” al fin el decreto de reforma a la Constitución local, para ampliar el mandato del próximo gobernador de 2 a 5 años, pero, es bueno, porque ahora sí, después de publicarse esa llamada “Ley Bonilla”, está siendo impugnada.
Para que procedan las impugnaciones, tienen que estar bien soportadas jurídicamente, por ejemplo: partidos políticos, organizaciones civiles y cuerpos colegiados de profesionistas, debieron presentar el recurso como de inconstitucionalidad; y los gobiernos, como controversia constitucional.
En los días de circulación de esta edición, seguramente estará dictada la sentencia de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, lo cual será una nota aparte de este artículo de reflexión.
Lo que dice Bonilla:
El gobernador electo, Jaime Bonilla Valdez afirma que es moral y jurídicamente correcto su defensa de gobernar la entidad 5 años, por lo que, se considera un demócrata, y que, con ello no afecta la imagen de su partido, Morena, ni la del Presidente Andrés Manuel López Obrador.
También presume que, si el período del ejercicio de gobierno en el estado fuera de dos años, no se habría registrado, pero que de palabra le dijeron, cuando hizo este trámite, que era de un quinquenio, y en el documento no se indica un periodo.
Lo que es:
El pasado proceso electoral 2018-2019 comenzó el 9 de septiembre de 2018 y se fijó como conclusión cuando se resolvieran los medios de impugnación, lo cual se declaró el pasado 7 de octubre de este año 2019.
La convocatoria del IEEBC, basada en el decreto del 2014, se publicó el 1 de enero de 2019, citando que la competencia por la gubernatura sería para mandato por dos años.
Las palabras contra los hechos:
Bonilla Valdez y su camarilla juran y perjuran que, cuando se registró, el pasado 27 de marzo de 2019, había una convocatoria para gubernatura por 5 años, la realidad es que, lo que había era un dictamen del Tribunal Estatal Electoral, no una convocatoria.
El dictamen del TRIEBC se emitió el 24 de febrero, pero, debido a que el Tribunal no tiene facultades para ello, su orden no suplía ni siquiera por asomo, el decreto de octubre de 2014, que en su transitorio 8 precisa, con fechas, una gubernatura de 2 años.
El 9 de mayo el Tribunal Federal Electoral de Guadalajara desechó el dictamen del Tribunal Estatal, entre otras razones: porque no está facultado para cambiar periodos de mandato de una convocatoria basada en un decreto constitucional del 2014, vigente, y porque cualquier reforma al respecto estaba fuera de tiempo.
Fue sobre el decreto de 2014 que se inició el proceso electoral 2018-2019, y, por lo tanto, la orden del TRIEBC, que no alcanzó a acatarse, no tuvo efecto de convocatoria electoral.
Por eso es que el comentario de Bonilla fue que, “de palabra le dijeron, cuando hizo este trámite, que era de un quinquenio”, pero no era ley. Y por ley, todos los candidatos se registraron conforme a los términos de la convocatoria que, seguían sin modificación, y no replicaron (excepto Bonilla).
Conciencia sobre los tiempos y formas
¿Por qué no secundaron los demás candidatos la intención de Bonilla de modificar la convocatoria para ampliar el término de mandato a 5 años?
Porque estaban conscientes de que era el Congreso del Estado al que correspondía hacer los cambios a ese transitorio de la Constitución local, y, antes del proceso electoral, la XXII Legislatura no había modificado (o “reparado”, según dicen los seguidores de Bonilla) el decreto del 2014.
Tal reforma tenía que haberse realizado antes de iniciar el proceso electoral, y, hasta el 9 de septiembre de 2018 (tiempo de inicio del proceso electoral 2018-2019) habían transcurrido 21 meses con 9 días de la XXII Legislatura, sin que hubiesen siquiera comentado una reforma para ampliar mandato.
Es más, para cuando se publicó la convocatoria del IEEBC el 1 de enero de 2019, marcando que la contienda para gobernador sería por 2 años, habían transcurrido 2 años y un mes (25 meses) de la XXII Legislatura del Estado, y, durante todo ese tiempo no habían modificado (o “reparado”) el decreto del 2014.
Y para colmo, el 27 de marzo, cuando Jaime Bonilla Valdez se registró como candidato a gobernador, habían pasado 2 años, 3 meses y 27 días de la XXII Legislatura, sin modificación alguna al multicitado decreto.
Ilusamente Bonilla creyó a sus abogados que la decisión del TRIEBC sería válida como “convocatoria”, en vez de que se hubiesen concentrado en conseguir que la XXII Legislatura les hiciera “el favor”, porque al Congreso sí le competía, pero no al Tribunal Electoral.
Como antes se indicó, la XXII Legislatura debió hacer los cambios, a más tardar, antes del 1 de enero de 2019.
Aproximadamente debieron hacer la modificación (o “reparación”) antes de concluir la primera semana de diciembre de 2018, para que se tuviera tiempo de consensar con los cinco municipios y ordenar la publicación.
No vale ninguna reforma con el proceso electoral en marcha, y mucho menos después de consumada la elección popular. Que los abogados del diablo digan otra cosa, son eufemismos contra el pueblo y la democracia, sofismas que quieren imponer creyendo ignorantes a todos los bajacalifornianos, o sumisos a lo que digan y ordenen.
Cinco de seis candidatos respetaron la convocatoria del 1 de enero de 2019; Bonilla era el único inconforme, y tendrá que rabiar su inconformidad. La postura de Oscar Vega, Jaime Martínez Veloz, Enrique Acosta, Héctor Osuna e Ignacio Anaya Barriguete, implicó respetar los tiempos y formas.
Quiere “Muerte Súbita”
Bonilla Valdez afirmó que para él este proceso ya terminó una vez publicada la ley, y “ya vendrán los afectados” a impugnarla, pero que “nada tienen que hacer las autoridades electorales, las cuales provocaron todo el problema”.
En su soberbia no entiende varios detalles: las autoridades electorales no provocan ni provocaron “el problema”, porque el decreto de 2014 lo emitió el Congreso del Estado, los órganos electorales solamente cumplieron el decreto.
El proceso electoral terminó en dos etapas: el 2 de junio, con la consumación de las elecciones populares para un mandato de 2 años, y el 7 de octubre, cuando el IEEBC declaró concluidas todas las impugnaciones presentadas contra el desarrollo de los comicios y sus resultados, no contra la vigencia del mandato, que, con el decreto de 2014 vigente, fue y es de 2 años la gubernatura.
El dicho popular: “a palo dado, ni Dios lo quita”, Bonilla insistió en pasárselo por el arco del triunfo, y ha hecho todo lo que está a su alcance para irse a “muerte súbita”, con argucias o estrategias legaloides.
De nuevo, aconsejado por sus abogados del Diablo, “compró” a prácticamente los 25 diputados de la XXII Legislatura, para que, ¡hasta el 8 de julio!, reformaran (o “repararan”) el decreto de 2014, o sea, a los 2 años con 7 meses y 8 días de haber iniciado la XXII Legislatura, y después de consumada la elección.
Desorientados:
La gran incógnita es: ¿por qué nunca antes, en 2 años, 7 meses y 8 días se les había ocurrido reformar (o “reparar”) el decreto de 2014?
Las hipótesis son las siguientes: En el año 2018 AMLO y sus seguidores temían que por tercera ocasión no le reconocieran o no dejaran ganar a López Obrador la Presidencia de la República, y todas las baterías estuvieron enfocadas en el triunfo que se consiguió el 2 de julio de 2018.
Después de eso, tuvieron seis meses de “embriaguez” política, que no les permitió visualizar la necesidad de reformar el decreto local del 2014, para la competencia de candidatos a gobernador en este año 2019, de tal manera que, iniciaron este año 2019 con una “cena de negros” al interior de Morena, infestado de priistas, y nunca cavilaron que, en vez de acudir al Tribunal Electoral, debieron pedirle “el favor” al Congreso del Estado.
Existe también la versión de que en realidad practicaron tres intentos de coaccionar a los diputados de la XXII Legislatura para que les hicieran “el favor”: la primera vez, según dicen las víboras, tepocatas pintas, fue en enero de este año 2019, pero, que el dirigente nacional del PAN, Marko Cortés fue la “piedra en el zapato” que “impidió el consenso”.
La segunda ocasión fue unos días antes de la elección del 2 de junio pasado, que fue denunciada por el entonces Presidente del Congreso del Estado, diputado Benjamín Gómez Macías, el sábado 1 de junio.
Y la tercera ocasión fue unos días antes del 8 de julio, cuando, por fin, por mayoría aplastante, mayoría calificada, con muchas dificultades, aprobaron la reforma (o dizque “reparación”) al decreto de 2014.
Ese tercer intento le funcionó, con el mal detalle de que, a la vista de todos los bajacalifornianos, esa acción fue calificada como un descarado acto de corrupción; a nadie con dos dedos de frente pueden convencer que los diputados de la XXII Legislatura “votaron a favor del pueblo”, que “enmendaron una “ilegalidad” del 2014”, y todos esos absurdos argumentos con los que se justificaron.
Repercusiones:
Cambiar los hechos tendría repercusiones anárquicas en todo el país, iniciando por la Presidencia de la República.
En el hipotético caso de que la Suprema Corte de Justicia de la Nación no rechace, o no pueda echar abajo el decreto del 8 de julio, al fin publicado el pasado jueves 17 de octubre (por cuestiones reglamentarias de ocupar específicamente 8 votos en contra de la famosa “Ley Bonilla”), se sentaría un mal precedente para cualquier gobernante del país.
Aprobar, o no poder impedir que surta efecto la “Ley Bonilla” causaría una jurisprudencia que puedan utilizar todo aquél mandatario, local, estatal o el propio Presidente de la República, de cambiar leyes o constituciones locales o nacional, a su arbitrio, a lo que les plazca, según sus propios intereses.

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