Libertad,
México, Marzo 05 del 2019.-Tarde o temprano a todos nos pasa: un
escritor, un cantante, un maestro, una actriz, una vecina o la mamá de un
amigo, se convierte en un objeto de deseo al que aspiramos inútilmente porque,
debido a las circunstancias, nunca lo podremos poseer.
A esta pasión irrealizable a
la que nos aferramos con tan poca cordura, la llamamos coloquialmente «amor
platónico». A pesar de que la mayoría de nosotros se reconoce en esa expresión,
pocos sabemos de dónde viene el nombre que recibe ese obsesionante delirio
unilateral.
En origen
El término «amor platónico»
hace referencia a la filosofía
de
Platón. En su diálogo El banquete, Diótima a quien Sócrates considera su
maestra en el arte del amor, afirma que lo que todos amamos es el Bien, y
queremos que las cosas buenas sean nuestras por siempre, pero debido a nuestra
condición mortal no lo podemos lograr.
El amor al que se aspira,
entonces, impulsa el alma hacia
la
plenitud, y para ello reconoce que hay que acercarse a la belleza física, en
primer lugar, luego se debe ir ascendiendo a la belleza de conducta y, por
consiguiente, a la de los conocimientos, para terminar el camino en el amor a
la belleza universal, la que está hecha de todo lo que amamos pero que es
infinita e inmutable.
De acuerdo con esto, el amor
para Platón es la oportunidad de estar en un orden de cosas perfecto donde sólo
cabe la contemplación pura de la belleza. No resulta tan complicado si se
entiende como un amor puro que ha superado, sin saltárselos, los peldaños
físicos y racionales para dedicarse a la contemplación de lo espiritual.
La primera vez que se
utilizó este término fue en el siglo
xv,
cuando el filósofo renacentista Marsilio Ficino se refirió
al amor por la inteligencia y la
belleza de carácter de una persona, en detrimento de sus atributos físicos.
Poco después se popularizó con la publicación de Platonic Lovers, Amantes
platónicos (1636) del poeta inglés sir William Davenant, quien compartía la
visión de Platón. Durante algún tiempo en el siglo xvii, el «amor
platónico» fue un tema de moda en la corte inglesa en el círculo de la reina
Enriqueta María, esposa del rey Carlos i: fue el tema de varias
representaciones teatrales cortesanas.
En ese contexto, el concepto
idealizado del amor rechazaba la sensualidad en tanto que era considerado
impuro y corrupto, y enaltecía la unión de dos personas exclusivamente por el
intelecto y la bondad. Este afecto mutuo, bien encaminado, conducía a la
contemplación de la belleza universal y, en un contexto religioso donde
convenía muy bien esta idea, a la contemplación de Dios.
Por ello, del amor
encaminado hacia el mundo de las Ideas, de ahí que fuera ideal, en donde
las almas se encuentran y contemplan la eternidad, la idea de belleza de Platón
pasó con los siglos y gracias a la relectura que hubo de los textos del
filósofo en el Renacimiento, al enaltecimiento del amor espiritual por encima
del físico; luego, con la vulgarización en lo cotidiano, se daría el concepto
que hoy todos conocemos: el de un amor tan lejano que no se puede concretar.
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