Oscar
Loza Ochoa
Tú que sabes lo que pesan las piedras y lo
que corre el viento... ¿Cuál es la velocidad de las tinieblas y la dureza del
silencio?
León Felipe
Es una irresponsabilidad pedirle a los
desplazados que regresen a sus lugares de origen. Lo hemos venido diciendo a
cada momento que se ofrece. Lo reiteramos apenas el día lunes 21 en la lectura
del Informe anual de la Comisión de Defensa de los Derechos Humanos en Sinaloa.
Tan claro como el agua, no se puede convocar a la población desplazada por la
violencia a que regrese a la tierra perdida, si las condiciones que la hicieron
salir no han cambiado.
Mantenemos esta opinión porque poco después
de julio de 2017, cuando aún estaban tibios los rescoldos de las hornillas en
las casas abandonadas en La Petaca, Los Chirimoyos, Santa Lucía, Pánuco y otras
comunidades, se suscitaron algunos homicidios de personas que aún se resistían
al desplazamiento o que habían regresado para echar una vuelta al patrimonio
que hoy está entre perdido y contado como ajeno.
Hace apenas un mes perdieron la vida tres
desplazados de Concordia en el puerto de Mazatlán y el pasado martes 22 Pánuco
vuelve a ser escenario de un crimen que golpea a la población desplazada:
cuatro mineros mueren acribillados en las inmediaciones de ese mineral. La
autoridad puede alegar todo lo que considere conveniente, pero la violencia no
ha dejado en paz a los desplazados, ni en la sierra ni en la costa. Y en lo que
parece no haber duda es que en la sierra de Concordia la presencia de la
autoridad no implica gobernar, menos restablecer la paz.
De acuerdo a nuestros datos, han regresado
entre el 40 y 45 por ciento de los desplazados, pero ello plantea un sinnúmero
de interrogantes y tareas que deben atenderse sin demora, con el fin de
encaminar las cosas. Con mayor razón si las condiciones que obligaron al
desplazamiento no han cambiado, pues los riesgos para la población se plantean
ahora con otras agravantes.
Ante los nuevos acontecimientos es natural
que las tensiones y el estrés vuelvan a tomar niveles preocupantes en la sierra
de Concordia, ¿qué hará esa población que regresó a su tierra de origen con la
golpeada esperanza de que la paz retomara su otrora andadura por aquellas
tierras olvidadas de la mano de Dios?
¿Volver camino abajo como en julio del año
pasado? Nos parece muy difícil, sobre todo cuando ni comprensión encontraron,
menos solidaridad, de las autoridades del puerto. Y sabiendo que Fernando
Pucheta anda buscando de nuevo la alcaldía después de cerrarles las puertas del
ayuntamiento, no creemos que abriguen muchas esperanzas si se alejan de la
sierra.
¿Llegará la autocrítica a las autoridades del
estado?, ¿Se planteará algún plan para atender la emergencia?, ¿Se calificará
como un hecho más de violencia lo que pasó hace un mes en Mazatlán y ahora en
Pánuco?, ¿La SEPyC estará pensando en cómo atender a la población escolar
después de estos hechos?, ¿Se cumplirán las promesas a las 350 familias que
ahora está esperando la aprobación de créditos para vivienda en Mazatlán?
Desde nuestro punto de vista hay dos
prioridades para la autoridad estatal y federal: la evaluación inmediata de la
situación en la sierra de Concordia y el establecimiento de un plan de
protección para la población que se encuentra en estos momentos allá. No es
momento para plantear el traslado de toda esa población, porque simplemente no
hay ningún lugar ni infraestructura para atenderla. A pesar de que el fenómeno
del desplazamiento interno repuntó en 2009, no hay un renglón en el presupuesto
estatal para atenderlo. La Ley federal de atención a víctimas les da ese
perfil, pero no fondos para atender a los desplazados.
Definitivamente no fue afortunado convocar a
los desplazados a regresar a sus lugares de origen. No lo fue con Malova, que
aseguró que después de un operativo policiaco ya podían hacerlo. Las
consecuencias de ello no se hicieron esperar: la Comisión de Defensa de los
Derechos Humanos en Sinaloa registró al menos ocho muertes. No lo es ahora con
Quirino. La realidad ha vuelto a decirnos que marchemos con más prudencia, que
en el asunto de desplazados aún hay mucho que aprender y que la autoridad no
puede ignorar las Recomendaciones que han emitido las diferentes comisiones de
derechos humanos. Vale.
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