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Después de 10 años, se encumbran de nuevo, “quitándole sus rayas y sus garras a
los Tigres”
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40 millones de aficionados vitorearon al rebaño sagrado
Por
César Huerta/AStv
Libertad, 28
de mayo de 2017.- Con drama. Con minutos que parecían eternos. Con el
peso de la historia en la espalda. Con la exigencia de 40 millones de
aficionados. Contra la nómina más potente de extranjeros en
México. Con el orgullo de 11 futbolistas nacionales en la cancha. Así se
construye el relato de un campeón.
Porque los últimos
instantes parecían de trámite. Pero en una final, nada está definido
hasta el silbatazo final. El
tanto de Sosa carga de angustia el cierre. Pero los goles de Pulido y el
“Gallito” tienen a Chivas cerca de la victoria sobre Tigres. Cuando al fin concluye el partido, explota no sólo el
estadio, sino una nación rojiblanca compuesta por millones y millones.
Es la 12. La copa que
ha esperado más de 10 años. La que encumbra de nuevo a Chivas. La que demuestra
que con mexicanos no sólo se puede competir, sino ganar. La que enaltece el
orgullo nacionalista de un club que en tiempos de globalización, se mantiene estoico,
sin renunciar a su tradición. Guadalajara es campeón del Torneo
Clausura 2017.
La historia tiene una
gran virtud: es imborrable. Y tiene otra
propiedad: por lo general, la escriben los ganadores. Se puede contar de mil
formas distintas. La perspectiva de quien la relate seguramente le hará
aparecer con distintos detalles. Pero es un hecho: estará ahí por siempre. Por
siempre se llama historia.
Una final se trata de
eso. Pelearse por el pesado libro. Para que después del último silbatazo, sólo
uno pueda escribir en sus indelebles páginas. No es poca cosa. Así, la disputa
de un encuentro como este se vuelve intensa. De inicio a fin. Porque no es un
partido más. Porque los que los nombres que hoy se graben ahí, se recordarán
eternamente.
Tigres es un equipo
potente. Que probablemente marcará una época. Y que en los últimos
años ha demostrado, con títulos, que es uno de los más fuertes del país. Tras
el 2-2 de la Ida, arranca impetuoso la vuelta en el repleto Estadio Chivas. André-Pierre Gignan prueba al 8’, con un punterazo de
derecha que Rodolfo Cota controla sin dificultad.
Estos partidos no dan
respiro. Todo vale. Ismael Sosa está en el suelo cuando conecta una especie de
chilena sobre el césped. Habilita a Jürgen Damm. Nadie lo esperaba. Cota sale
apresurado. Se tiende. A diferencia del primer capítulo de esta historia,
cuando el 2-2 de Gignac, esta vez sí se queda con la bola. El “ah” de alivio se
escucha al 13’.
Chivas está obligado
por su pasado a darle nueva gloria a su presente. Hace más de 10 años del
último título. Y su grandeza resiste ese tipo de sequías gracias a los símbolos
de identidad que generan afición sin importar los resultados. Pero aun así, es
demasiado tiempo. Su afición lo sabe. Por eso, hace pesar la casa como pocas
veces se ha visto.
Oswaldo Alanís conduce
la pelota en territorio enemigo. Levanta la mirada. Mete el zurdazo exacto. A
la espalda del brasileño Juninho. Alan Pulido persigue la redonda. Mide su
viaje. La alcanza en el punto exacto. Acomoda el cuerpo. El defensa enemigo ya
ha sido superado. De aire, la prende. Convicción total.
Pareciera que el
Estadio Chivas enmudece por un segundo. Contacto con la bola. El remate es
cruzado. Pegado al poste. El vuelo de Nahuel Guzmán es inútil. La redonda llega
a tierra prometida. Estremece las redes. El inmueble explota. Gol de Pulido. El
marcador se abre al 16’.
La cerveza llueve. Los
aficionados la tiran al aire. Unos se abrazan con otros. Pulido, en el campo,
recibe la felicitación grupal. En la banca, Matías Almeyda se funde con
su cuerpo técnico. Algarabía total. Profunda. Honesta. Si la sequía de títulos es
larga, es aún más el tiempo que tiene Guadalajara sin coronarse en casa, desde
1997. Eso explica cualquier exceso en el festejo.
De pie la tribuna. “¡Dale, dale, dale Rebaño!”, cantan más de
40 mil aficionados. Ese se ha convertido en el grito de guerra. La gente salta.
Es una ola rojiblanca que no deja de moverse. Que pesa. Que intimida. Que juega
su propio partido. Es una final: no es para menos.
Tigres es uno de esos
equipos que deja siempre la sensación que, de querer, puede hacer mucho más.
Pisa el acelerador. Gignac, ya se sabe, es un genio no sólo para definir.
Recibe de espalda y toca atrás para Javier Aquino. El
disparo es de primera. Por un costado. Primer aviso, al 28’.
En la necesidad de
ofender, algún espacio dejan los dirigidos por Ricardo Ferreti. Alan Pulido
controla en la orilla del área. Abre para Néstor Calderón. Lo deja solo. Tanto, que quizá no lo esperaba. El “Avión” tarda en definir.
Y la defensa le tapa, al 29’.
El Rebaño Sagrado
controla bien el trámite. Igual que en Monterrey, ha planteado un partido
inteligente. Tácticamente gana la partida. Pero en una Final,
cualquier descuido puede marcar diferencia. Pelota retrasada para Rodolfo Cota.
El arquero rojiblanco se hace un lío con la redonda. Se le enreda en los pies.
De milagro, Gignac no se la roba. Chivas se salva al 35’. Otra vez, el “ah”
invade la tribuna.
Para la segunda parte,
Tigres está obligado. Guadalajara apuesta por un juego inteligente.
Concentración absoluta. El peso de un glorioso pasado sobre la
espalda. Pero lo maneja bien. Aguanta el vendaval. Primero, Salcido falla una
barrida. Ismael Sosa queda solo en el área. Cota sale a tiempo y tapa, al 48’.
Javier Aquino llega a
línea de fondo, tal vez la única vez en todo el partido. Diagonal retrasada.
Gignac conecta mal. La vuela increíblemente. El francés perdona, al 64’. Por
momentos, el conjunto regiomontano es dueño del trámite. Pero Chivas está
atento. La tribuna juega un partido aparte. Extraordinario. Pesa lo que nunca
había pesado. Canta. Salta. No para el apoyo.
Minuto 70. Pelota rechazada. José Juan Vázquez mide la pelota elevada.
Da vuelo a la pierna derecha. Convicción total. Tiene una cita. No con la bola:
con la historia. Conecta de aire. El disparo es desviado por un defensa. Nahuel
Guzmán no llega. A las redes. A la gloria. Al recuerdo que nunca se borrará.
Gol del Guadalajara. Explosión absoluta.
Los visitantes reclaman
fuera de lugar. No existe. El árbitro Luis Enrique Santander da validez a la
jugada. Es el 2-0 de Chivas. El 4-2 global que
mata la serie. Con 20 minutos por delante, la grada es felicidad en estado
puro. Huele a campeón. La
12 está a un suspiro. El Guadalajara está cerca de volver a ser el club más
ganador de México.
Pero dicen que a veces,
para llegar a la gloria hay que pasar por el infierno. Ningún drama estaría
completo sin una dosis de drama. Ismael Sosa se encarga de poner esa parte con
un derechazo al 88’. Desde fuera del área, conecta de
derecha. Cota no llega. Al fondo. El 2-1 que llena de angustia los últimos
instantes.
Otro instante de
silencio. Cae Sosa en el área. Es tiempo de compensación. Parece falta. El
árbitro deja pasar. Hay reclamos. Pero no marcación. Los últimos instantes se
diluyen. Silbatazo. El 2-1 es definitivo: 4-3 global. La 12
ha llegado. La
sequía ya no existe. El doblete es real. Guadalajara es de nuevo el club más
ganador en la historia del fútbol mexicano. Bienvenido, campeón, 40 millones de
aficionados te extrañaron por 10 años.
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