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XXIII Ayuntamiento de Tijuana

Policía perdió la vista y su cargo; vive de bajo salario

* Issstecali no puede pensionarlo y municipio no resuelve

LIBERTAD, TIJUANA, MAYO/26/2016.-Jorge Enrique Alonso Sánchez solo tenía 10 años cuando decidió que iba a ser policía, a 37 años de distancia, sentado en una pequeña silla y acompañado solo de su bastón auxiliar para personas con discapacidad visual.
Narra cómo ejerció dignamente su labor durante 18 años, antes de perder la vista casi por completo.
Por razones ajenas a él, Jorge Enrique a los 10 años era un niño que vivía en las calles, en el entonces Distrito Federal, un día ahí, entre la noche, dos policías lo encontraron, lo llevaron a cenar, le dieron protección e incluso le consiguieron un trabajo limpiando las patrullas, "para mí fueron mis héroes", días después un hombre lo asistió al ver también en condición de calle, lo llevó a su casa, en donde comió, se bañó y recibió dinero, "supe entonces que yo, como esa gente, quería ayudar a los demás", desde entonces luchó para convertirse en policía.
El aún oficial de la Policía Municipal de Tijuana causó alta en la corporación el 1 de enero del lejano 1998, desempeñando múltiples cargos y funciones en diferentes delegaciones de la ciudad, hoy se encuentra abandonado por las autoridades que encabezan el Gobierno del XXI Ayuntamiento y la dependencia de Seguridad Pública Municipal, sin derecho a una incapacidad definitiva, sin apoyo para su manutención y sin certeza de compensación por perdida de órgano.
A sus 47 años de edad, Jorge Enrique se ha convertido en una persona con capacidades diferentes, con un diagnóstico descrito como glaucoma postraumático degenerativo progresivo, ceguera legal, visión del ojo derecho, y pronóstico "malo" para el ojo izquierdo. Lo que significa que Jorge pudiera levantarse cualquier día y haber perdido lo poco que ve con su ojo izquierdo.
En 2013, el 30 de abril, Jorge sufrió un accidente automovilístico cuando se dirigía a sus labores, en el cual sufrió múltiples fracturas, destacando la de cadera y un golpe en la cabeza, que le desarrolló la enfermedad de glaucoma postraumático, la cual, debido a una mala atención del médico oftalmólogo en el Instituto de Servicios y Seguridad, le causó la perdida acelerada de su vista.
Al ser valorado en una institución particular, el diagnóstico para Jorge Enrique era desfavorable, siendo intervenido en noviembre de 2013 vía laser, en dos ocasiones, para tratar de contrarrestar la presión ocular que ocasiona la pérdida de visión, sin tener resultados favorables.
En diciembre del mismo año se vuelve a someter a dos cirugías, tampoco obtuvieron resultados, y en febrero de 2014 es internado de manera urgente, para ser nuevamente operado el 2 de marzo, realizándole una trabeculectomía en el ojo izquierdo para intentar salvarle el que estaba sano, puesto que el derecho estaba perdido, a pesar de ello, cuatro días después es operado de ese ojo.
Desde que sufriera el accidente, el oficial Jorge Enrique ha pasado por diez operaciones, la octava ocurrió el 29 de abril, procedimiento en el que le implantaron la válvula de Ahmed para ayudarle al ojo a contrarrestar la presión.
El pasado 8 de marzo tuvo que trasladarse a la Ciudad de México para que le realizaran la novena cirugía, la cual enteramente fue solventada por él y su familia, debido a que el Issstecali ya no quiere invertir en alguien en el que ha invertido mucho, mencionó el policía municipal.
La décima cirugía es necesaria para que le quiten una "telita" que le salió enfrente del ojo, siendo operado también en una institución de servicios privada, gastando tan solo en las dos últimas intervenciones 800 dólares debido a que requirió de una válvula, a lo que se suman alrededor de 10 mil pesos del traslado a la capital del país, más lo que debe invertir en medicamentos cada mes, a raíz de que el Issstecali ha quitado del cuadro básico algunos de los medicamentos que Jorge requiere.
Entre 175 y 500 pesos puede gastar Jorge Enrique en un solo medicamento, además del Lagrigel, que tiene valor entre los 300 y 450 pesos, dependiendo de la presentación, temiendo el día en que dejen de proporcionarle un gotero denominado Krytantek, el cual lo tiene que utilizar por el resto de su vida, en presentación de un mes le cuesta 800 pesos en la actualidad, "seguiré invirtiendo lo que pueda para conservar el 15 o 20% de visión que tengo en mi ojo izquierdo".
Para Jorge Enrique su visión se limita a lo que una persona normal ve sin lentes en un formato de cine 3D, en una distancia de un metro y medio entre él y la reportera de este medio, describe el agente cómo ve, pero no logra distinguir el rostro de quien lo entrevista, "el color de su blusa y suéter es dudoso para mí, no sé si es naranja o mamey, azul o negro", antes de las dos últimas operaciones, su vista ya se encontraba en blanco y negro, ha podido recuperar un poco, pero no es garantía, lamentablemente, de que con el paso del tiempo no pierda totalmente la visión de ambos ojos.
Con su ojo derecho, Jorge Enrique lo único que distingue ya, en la parte superior que llaman la isla, es un puntito muy chico como el de la cabeza de un alfiler, entre luz y oscuridad.
Jorge Enrique hoy denuncia la falta de tacto de las autoridades, ya que a pesar de su condición, a la cual se ha adaptado, "no queda de otra", comenta, tiene que ir cada catorcena a las oficinas de Oficialía Mayor en el edificio de Gobierno municipal para que le otorguen su cheque por su salario.
"Nos retiran el beneficio de pagarnos en el banco, y ahora todos los viernes (de catorcena) tenemos que estar desde la 7:30 de la mañana para hacer fila y poder ser de los primeros para que nos paguen con cheque en Oficialía Mayor", mencionó Jorge con un hilo de cansancio de recordar la odisea por la que tiene que pasar para recibir su salario.
En su caso, de no tener nadie quien lo acompañe, tiene que trasladarse desde su domicilio en la colonia Mariano Matamoros hasta el Palacio Municipal, en dos camiones, para recibir su cheque, posteriormente atravesar hacia Plaza Río por los puentes peatonales, bajo el riesgo de accidentarse o ser atropellado como ya en una ocasión casi le sucede, para poder llegar al banco a cambiar su cheque y regresar a su casa.
"Hay personas que tienen lesiones cerebro-vasculares que no caminan o hablan bien, y aún así los hacen ir a cobrar a Oficialía Mayor, les hace falta tacto humanitario para las personas que en su momento servimos a la ciudadanía, servimos al Ayuntamiento, teniendo que esperar incluso algunas personas hasta mediodía para recibir su cheque", planteó Jorge sobre la situación que enfrenta él y otras decenas de personas cada catorcena.
El Centro de Control de Mando dice que con incapacidad, el oficial queda exento de presentar sus exámenes: examen de manejo, de dominio de armas, defensa personal, acondicionamiento físico, examen de conocimientos en computadora, sicológicos (por tiempo); sin embargo, al ya no haber incapacidades, él deberá presentarse ante sus superiores, quedando a disposición de ellos para ser examinado, y por razones obvias no pasaría los exámenes, lo cual sería motivo suficiente para que se le separara de su cargo como oficial.
"No nos ven como oficiales que en algún momento servimos a la ciudad, nos ven como un número de estadística, somos una estadística de personas que ya no pueden ejercer sus funciones y ahora están en un nivel de estadística de personas, malamente identificadas como personas discapacitadas", relató.
Otro viacrucis atraviesa Jorge Enrique cada mes teniendo que acudir al Issstecali Mirador para renovar su incapacidad temporal, ya que los médicos y el personal del hospital solo argumentan no poder extenderle un documento que lo avale como persona que ya no puede desempeñar su función.
A pesar de que ha entregado todo su historial médico tanto a Oficialía Mayor, a la Dirección General de Policía y Transito, así como a Recursos Humanos, no ha recibido un fallo que le garantice el no perder su trabajo sin ninguna compensación.
Todo lo que Jorge Enrique ha aprendido para adaptarse a su condición, ha sido mediante el apoyo de la asociación civil Generación Prisma, en donde aprendió el sistema braille, además de recibir donaciones de material como su bastón.
Al preguntarle sobre lo que haría si pudiera seguir trabajando, Jorge Enrique no duda y sonriendo dice "seguiría colaborando como policía, yo amo mi trabajo", aunque esté plenamente consciente de la falta de certeza legal a la que se enfrenta como persona con discapacidad.

Una persona que ingresa al servicio como policía no tiene hasta la fecha derecho a jubilación, pensión, a una casa digna, solo a servicio médico en el Issstecali, bajo algunas excepciones, y muchos riesgos, el seguro de vida está establecido.

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