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Más que una inversión para la vida laboral, aprender un segundo o tercer idioma
sí abre puertas y construye puentes
Libertad,
Diciembre del 2015.-Muchos padres consideran un lujo pagar para
que sus hijos aprendan otra lengua. Otros prefieren que sus hijos no aprendan
un nuevo idioma porque eso los hace sentir “menos” cuando tienen que pedirles
ayuda para traducir un instructivo, una canción o un formulario. Los hijos, por
su parte, perciben esa resistencia y, cuando comienzan a hablar otra lengua,
sienten un poco de vergüenza porque sus padres son “ignorantes”. Estos
prejuicios son comprensibles y pasan por creencias sociales que hemos heredado.
Sin embargo, se vuelven irrelevantes cuando se comparan con las ventajas que
brinda el aprendizaje de una lengua distinta. Más que una inversión para la
vida laboral, aprender un segundo o tercer idioma sí
abre puertas y construye puentes con el mundo por motivos que la ciencia ha
desentrañado.
Al estudiar las
capacidades cognitivas de niños que han crecido en ambientes bilingües, los
neurocientíficos han notado que los chicos bilingües destacan por tener más
capacidad de atención y comprensión; comparación con sus pares que sólo hablan
una lengua, tienen mejores notas, se distraen
menos, reaccionan mejor cuando reciben retroalimentación, toman decisiones con
más facilidad, saben establecer prioridades, planear, analizar, guardar y
manejar información compleja. Los
investigadores llaman a estas actividades cerebrales “funciones ejecutivas”,
son las últimas que se desarrollan en la infancia, denotan el nivel de madurez
cerebral y se fortalecen con el paso de los años.
Un cerebro bilingüe desarrolla la
capacidad de evaluar la eficacia de dos idiomas dependiendo de la situación.
Por ejemplo, un chico cuya lengua materna es distinta a la que se habla en el
país donde vive, dispone de ambos sistemas lingüísticos, activos todo el
tiempo. Lo interesante es que su cerebro desarrolla la capacidad de habilitar
uno e inhibir otro dependiendo de la situación. Y aunque parece una función
inconsciente o automática (tal vez por la rapidez con la que se ejecuta), en
realidad es un camino neuronal aprendido y optimizado que implica un
cúmulo de operaciones cerebrales: enfocarse en los estímulos,
analizarlos, comprender no sólo el significado de las palabras sino también los
patrones y las secuencias de las frases, los matices, la pronunciación y la
intención del contenido. Los
investigadores han notado que todas estas funciones ocurren de manera
simultánea, coordinada y congruente entre ambos sistemas lingüísticos (por ejemplo: cuando se enriquece el
vocabulario de una lengua, también se enriquece el de la otra), lo que permite
a un chico ser más preciso en el sentido que otorga a sus palabras y
decisiones.
En pleno siglo XXI
aún hay países que privilegian el uso de la “lengua oficial”, maestros y
compañeros de clase que miran por debajo del hombro a quien no lo habla con
fluidez. Esto no sólo afecta el desempeño escolar de un niño sino que produce
estragos en su identidad y su autoestima, sobre todo cuando se trata de familias
migrantes o biculturales. Por
otra parte, algunos padres migrantes, pensando en ayudar a sus hijos a
integrarse mejor al nuevo país, dejan de hablar su lengua materna y adoptan en
casa la lengua dominante, sin saber que esto implica una pérdida de
habilidades. Sin embargo, las investigaciones han mostrado que una vez que los
chicos comienzan a asimilar ambos sistemas lingüísticos, no sólo se
integran mejor sino
que se sienten más seguros e incluso destacan en los estudios.
Los estudios acerca
de la neuroplasticidad (la flexibilidad cerebral que permite construir nuevas
rutas de pensamiento y generar nuevas habilidades cognitivas) ha dejado atrás
la idea de que el cerebro de un niño “se confunde” cuando habla dos idiomas en
dos contextos distintos. Hoy se sabe que el cerebro tiene un mejor desempeño en
pruebas cognitivas, está habilitado para aprender más lenguas y desarrollar capacidades de análisis,
deducción, traducción, persistencia e incluso resiliencia.
Al igual que un músculo
se fortalece con el ejercicio, un ambiente bilingüe permite a un niño optimizar
y acelerar las funciones ejecutivas del cerebro. Esto ocurre porque las
neuronas funcionan en redes; los impulsos eléctricos que activan un área del
cerebro viajan de manera que se establecen nuevas rutas de pensamiento y fortalecen aquellas
que brindan más posibilidades de conexión con la comunidad y, por lo tanto, de
sobrevivencia.
Aunque la mayoría de
los estudios se han hecho en familias bilingües, las ventajas de un segundo
idioma también pueden desarrollarse si se practica constantemente y se integra
a la vida cotidiana. Convivir con abuelos, familiares o amigos que hablan en
otra lengua, tomar clases de idiomas desde pequeños, incluir canciones,
películas, obras de arte en otras lenguas a las actividades diarias…
Actualmente hay un mundo de opciones. Quizás lo más importante es vencer
los prejuicios al
respecto. Si los padres no hablan una segunda lengua, pueden aprender junto con
sus hijos y practicar; esto abre otro canal
de comunicación y convivencia significativa
para todos.
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