* Los niños y
adolescentes no pueden utilizar ninguna pantalla dentro de sus aulas ni en casa
Libertad, Octubre 2015.- En la escuela Acorn
de Londres no hay ni un solo iPad, ni un iPhone, ni siquiera un ordenador: la
tecnología está prohibida. Y los niños matriculados tampoco pueden ver la tele
o utilizar una tableta o un móvil en su casa. Ni en vacaciones.
No, no se trata de
una escuela ludita ni tampoco un colegio amish. Su filosofía es la de que
las pantallas están haciendo un tremendo daño a los seres humanos y a la
forma en la que se relacionan y trabajan. Así que los mejor es sacarlas de
nuestra vida.
Sus alumnos fabrican
sus propios cuadernos, hacen muebles, saben de jardinería y por supuesto, dan
clases de matemáticas, lenguaje, dibujo y demás, pero siempre sin
utilizar ningún tipo de instrumento tecnológico. También son frecuentes las
excursiones al campo y el ejercicio físico.
Matricularse en Acorn
no es barato. Cada curso cuesta 11.000 libras (casi 15.000 euros). Pero
quien pague esta cantidad sabe que su hijo recibirá una educación prácticamente
individual: el centro solo acepta 84 alumnos en total, y en la actualidad
solo hay 42 niños matriculados en todo el ciclo que cubre la escuela, y que va
desde los 7 hasta los 14 años.
En Acorn consideran que las redes sociales, Internet, los videojuegos y el cine pueden resultar dañinos para el desarrollo de la personalidad de los niños. Solo permiten ver documentales a aquellos alumnos que tienen más de 12 años. Pero nada de series o películas. Hasta los 16 ningún alumno puede entrar en Internet. Y los ordenadores solo se pueden utilizar para redactar trabajos, y solo a partir de los 14.
En Acorn consideran que las redes sociales, Internet, los videojuegos y el cine pueden resultar dañinos para el desarrollo de la personalidad de los niños. Solo permiten ver documentales a aquellos alumnos que tienen más de 12 años. Pero nada de series o películas. Hasta los 16 ningún alumno puede entrar en Internet. Y los ordenadores solo se pueden utilizar para redactar trabajos, y solo a partir de los 14.
La filosofía radical
del centro puede parecer chocante, sobre todo en un país como España en el
que los políticos presumen muchas veces del ratio de alumnos-ordenadores que
existe en los colegios, pero los últimos informes de la OCDE (Organización
para la cooperación y el desarrollo económico) parecen dar la razón a los
anti-pantallas: se ha demostrado que los ordenadores no mejoran el aprendizaje
de los niños, y en muchos casos, los empeoran. Por no hablar de los
continuos casos de acoso a menores que se producen en las redes sociales.
El periódico inglés The Guardian ha entrevistado a varios padres de alumnos de Acorn. Kevin Burchell , cuya hija de 12 años acude al centro, asegura que la principal ventaja de no tener Internet o redes sociales es que su hija no tiene la presión de convertirse en alguien que no es o de competir con los demás. “Así puede dedicarse a hacer otras cosas”, explica el progenitor.
Buchell explica que su hija se matriculo hace un año, y que al principio tuvo problemas con las amigas que tiene fuera del centro. “Todas tienen iPad pero ella sabe que no puede usarlo. Al principio se enfadó por las normas de Acorn, pero ahora está encantada. Lo que mejor se le da es tejer”
Otra de los niños
matriculados es Zoe, hija de un informático. Su madre defiende que aunque su
marido es un fanático de la tecnología, también es muy consciente que solo debe
ser utilizada a determinadas edades. y por eso ha matriculado a Zoe y a su otra
hija Amy en Acorn. “Necesitan más jugar en la calle que estar delante de
un ordenador”, razona la madre. “En casa tenemos iPhone y un iPad, y Zoe sabe
contestar a una llamada de teléfono en ellos, pero también sabe que no puede
entrar en Internet ni jugar con ninguna app”.
La integración de los alumnos de Acorn en el resto del sistema educativo inglés es un misterio. ¿Se adaptarán a las exigencias de una carrera de ciencias, en la que los estudiantes están continuamente utilizando tecnología? ¿Serán mejores oradores y sabrán relacionarse mejor con los demás? ¿O el impedirles tener acceso a toda la tecnología solo sirve para privarles de unas poderosas herramientas de aprendizaje y para hacer que estén desventaja? Hasta que no se sepa el desempeño de los alumnos sometidos a tan estricta dieta tecnológica, estas preguntas quedarán sin respuesta.
La integración de los alumnos de Acorn en el resto del sistema educativo inglés es un misterio. ¿Se adaptarán a las exigencias de una carrera de ciencias, en la que los estudiantes están continuamente utilizando tecnología? ¿Serán mejores oradores y sabrán relacionarse mejor con los demás? ¿O el impedirles tener acceso a toda la tecnología solo sirve para privarles de unas poderosas herramientas de aprendizaje y para hacer que estén desventaja? Hasta que no se sepa el desempeño de los alumnos sometidos a tan estricta dieta tecnológica, estas preguntas quedarán sin respuesta.
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