Libertad/Mayo/2015.-
De acuerdo a un análisis sobre las calificaciones para obtener un empleo,
hipotéticamente se tienen 12 o 13 años de nuestra vida productiva para preparar
alguna base de ingresos, previendo no solamente los efectos de las crisis
económicas y el consecuente desempleo, sino además, previendo los perfiles que
buscan los empleadores.
Resulta
que mientras eres estudiante, si obtienes un empleo, es solamente de afanador o
alguna otra labor que nada tiene que ver con la carrera que se estudia (salvo
muy contados casos), y cuando te gradúas, a los 22 o 23 años de edad, o hay
poco campo de trabajo, o definitivamente te niegan el empleo que porque piden “que
tengas experiencia”, y cuando llegas a tener experiencia, a los 35 años ya no
calificas porque “se ha pasado tu mejor etapa productiva”.
Por
lo anterior, si eres de los pocos que logran colocarse en un empleo afín a la
carrera que estudiaste, suertudo, aprovéchalo, porque solo tienes hasta tus 35
años asegurarte un futuro dentro de esa empresa, o crear la tuya propia, ya que
si por alguna razón pasas a formar parte de las cifras de desempleados antes o
justo al cumplir los 35 años, después de eso tendrás serias dificultades para
volverte a emplear.
Los empleadores, es decir,
la parte patronal en México justifica sus políticas de reclutamiento en los
siguientes “razonamientos”:
--
Difícilmente un empleado va a rendir con eficiencia y eficacia si no tiene
experiencia.
--
El joven egresado tendrá conocimiento académico de la carrera estudiada, pero
no lo ha puesto en práctica, y la práctica hace al maestro.
--
Las empresas prosperan con mano de obra calificada.
--
Si el empleador decide al fin aceptar a un solicitante de empleo, sin haber
tenido la debida experiencia en la labor a desempeñar, va a tener que
capacitarlo, y eso cuesta.
--
Si capacita al empleado, no le pagará como es debido, porque está en periodo de
entrenamiento.
--
Los costos de capacitación no son deducibles de impuestos; en el mejor de los
casos buscaría el apoyo de la Secretaría del Trabajo y Previsión Social, para
que el propio Gobierno auxilie al patrón en cubrir esa necesidad.
--
Si el empleador no quiere arriesgarse a asumir los costos en la capacitación,
preferirá contratar mano de obra de fuera, de personal previamente capacitado o
con experiencia en otras empresas del ramo.
Y lo más preocupante para
los patrones, o sea, los empleadores:
--
La crisis económica los agobia. No pueden contratar mucho personal, y es
probable que en cierto tiempo, en el futuro, tengan que hacer recortes.
--
La misma crisis económica y las obligaciones fiscales, asfixian la posibilidad
de dar buenos salarios, conforme a la preparación académica y conforme a la experiencia,
de tal manera que contratar a un egresado con cédula profesional se vuelve un
problema para pagarle bien, y tampoco se le puede pagar bien al que ya tiene 35
años de edad, con 10 o más años de experiencia en la materia.
De
acuerdo a estudios de la Organización Internacional del Trabajo (OIT), los
jóvenes tienen tres veces más probabilidades de estar desempleados que un
adulto, pues uno de cada 5 jóvenes trabajan y viven en situaciones de pobreza,
ya que son subempleados.
El
problema planteado y sus justificaciones tienen que ver mucho con las
condiciones políticas y económicas de un país, ya sea desarrollado o en vías de
desarrollo; por un lado afectan las políticas de Gobierno, los perfiles de
empleo que fijan las empresas, y las crisis económicas recurrentes, así como la
competitividad y la globalización de los mercados productivos.
En
materia de políticas públicas, faltan iniciativas que fomenten y estimulen el
empleo; los incentivos al primer empleo son positivos, pero falta mucho más que
eso para que las empresas se desarrollen bien en medio de una competencia feroz
y el avance de las tecnologías.
Las
nuevas reglas fiscales y aumentos de impuestos, tampoco abonan nada bueno a
generar más empleos, y mucho menos los empleos bien remunerados.
Los
perfiles de empleo son muy estrictos, y si algo se logra para emplear a jóvenes
o personas mayores de 35 años de edad, es solamente basados en el criterio, la
buena voluntad o la necesidad de ocupar la plaza, para garantizar la continuidad
de la marcha de la empresa.
Las
crisis económicas son consecuencias de todo lo anterior, pero especialmente por
culpa de los malos gobiernos y las reformas legales y constitucionales que se
realizan supuestamente para estar mejor, y estamos peor. Y lo que resulta es
que ante la incertidumbre económica nacional es el mejor caldo de cultivo para
el desempleo, para hacer más difícil la contratación de personal calificado, y
para el subempleo, es decir, al final de cuentas, el empleo de personal con salarios
muy bajos, y a veces sin prestaciones sociales.
La
competitividad y la globalización de mercados es otro pretexto para idear
nuevos requisitos al empleo o subempleo de personal.
Urge
mejorar las políticas públicas para el fomento, el rescate y fortalecimiento de
las micros, pequeñas y medianas empresas, que son las que soportan las tres
partes del total de la planta productiva del país.
Urge
también flexibilizar las leyes y reglamentos fiscales para que las micros,
pequeñas y medianas empresas logren sobrevivir y subsistir, e incluso
progresar.
Menos
impuestos y reglas más fáciles, quizá requieran sacrificios para gobernantes y
funcionarios, así como para los legisladores, en sus sueldos y otros ingresos,
pero eso es preferible, y no que, como siempre, a lo que optan es a hacer
recortes en el gasto público de obras, servicios y programas sociales.
Si
se resuelve lo anterior, las empresas probablemente flexibilicen sus políticas de
calificación de empleo, es decir, que normen mejores criterios en los perfiles
de empleo. Pero si eso no sucediera, patrones y empleados entonces tienen que
innovar, para superar los inconvenientes de las malas políticas públicas, y
trabajar unidos para demostrar que en México sí se puede. Algo de eso parece
que ya se está promoviendo sobre una nueva cultura laboral.
Si
se reforma de nuevo las Leyes Laborales, para permitir el empleo bien
remunerado de jóvenes, adultos, y hasta de personas de la tercera edad, habrá
más oportunidades para todos, sobre todo, si se impulsa el autoempleo en muchos
casos, y si se fomenta la creación de nuevas empresas con capital nacional y no
con capitales extranjeros, que supeditan al emprendedor local y regional a una
sumisión de políticas laborales en las que dan preferencia a mano de obra
extranjera, y/o al subempleo o empleos mal pagados.
También
hay muchas personas con discapacidad que pueden desempeñar diversos tipos de
labores, y en las instancias gubernamentales ya tienen una “cuota” de espacios
para contratarlos; pero hace falta que eso se extienda también como
obligatoriedad a las empresas, con base en estímulos fiscales.
La
no limitación de edades ni experiencias en los perfiles laborales tiene que ser
legislada, y estimulada por el Gobierno, y aceptada en las empresas,
conjuntamente con políticas públicas de incentivos empresariales, así como de
facilitación a la creación de empresas con capitales netamente, o
preponderantemente de origen nacional, y programas de fortalecimiento para la
sobrevivencia de las micro, pequeñas y medianas empresas, lo cual incluye
financiamientos o créditos “blandos”.
El
joven o el adulto mayor de 35 años de edad deben buscar el apoyo de programas
de Gobierno para el autoempleo, la capacitación, y los financiamientos o créditos
“blandos”.
Las
instituciones educativas deben ser más prácticas que teóricas y que las
políticas de vinculación con la planta productiva ya no sea al criterio o
disposiciones de los planteles educativos, sino de todo el sector educativo, en
permanente relación con el sector patronal.
El
Gobierno debe modificar sus políticas públicas para que efectivamente existan
Sistemas de Apertura Rápida de Empresas que no limiten ni coarten muchas
iniciativas ciudadanas, y que de veras, no solamente de discurso ni de informes
maquillados, en verdad se establezcan sistemas de Simplificación de Trámites,
para lo cual, además de modificar leyes y reglamentos internos, deben
implementar nuevas tecnologías.
La
CURP (Cédula Única de Registro de Población) tenía una parte muy importante en
esas intenciones oficiales de simplificar trámites y hacer más eficientes y
eficaces las políticas de servicios públicos. Entre los ajustes necesarios que
se plantean, ya es tiempo de que el objetivo de la CURP se cumpla.
Con
la CURP se pretendía que ya no fuera necesario volver a meter papeles de actas
de nacimiento, ni de credenciales de elector o cualquier otra identificación
oficial con fotografía, para el seguimiento de determinados trámites. Incluso
estaría ligada a diversos procedimientos oficiales y de facilitación de
servicios, porque contendría el historial fijo y variable de las personas. Un
complejo sistema como ese ni siquiera se ha empezado. Y debe implementarse ya.
La
sociedad puede hacer mucho en todo esto, y eso va desde su participación en
referéndums, plebiscitos, iniciativas ciudadanas, y emitiendo sus votos en las
elecciones populares, hasta haciendo válido el derecho democrático a la
revocación de mandato, pues entre más participativa y fuerte sea la sociedad en
la toma de decisiones importantes de la localidad, la región y el país, más
probabilidades habrá de que se den oportunidades de empleo para todos, sin
limitaciones ni discriminaciones.
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