Libertad,
EE UU.-
Una ventaja tecnológica y militar clave de Estados Unidos en tiempos recientes y
que ha cautivado e inquietado además a políticos, activistas y a la opinión
pública son los llamados drones de ataque, en realidad aviones no tripulados,
controlados remotamente, y armados hasta los dientes.
La capacidad de estos
drones de atacar puntos específicos y a veces para desatar
devastación entre las poblaciones que por desventura quedaron en su camino, con
fuerza devastadora y sin comprometer bajas incluso dentro de territorio hostil,
ha sido valorada y aprovechada por las fuerzas armadas estadounidenses para
atacar a sus enemigos, sobre todo en los remotos confines de Medio Oriente y el
Este de África, en el marco de la campaña antiterrorista.
Y todo ello sería,
hasta ahora, un poder casi exclusivo de Estados Unidos, pues solo unos pocos
países cuentan armamentos similares y con la capacidad de desplegarlos en
remotos campos de batalla (como Gran Bretaña, Israel y China) y únicamente los
británicos han recibido tecnologías estadounidenses, pues los israelíes y
chinos cuentan con sus propios artefactos, no con drones fabricados en Estados
Unidos. En todo caso, los drones militares estadounidenses parecen ser
superiores a todos los demás.
Pero mucho de eso
podría cambiar.
La Administración de
Obama, según indicó el periódico ‘Washington Post’, ha decidido autorizar que
drones militares sean vendidos a países aliados y responder con ello a las
reiteradas peticiones de ciertos gobiernos de que se les permita contar con
esas armas. Y, desde luego, la apertura de esa clase de exportaciones daría
nuevos y jugosos contratos a las empresas estadounidenses que fabrican drones y
equipos relacionados. Si se va a crear un mercado de drones, pensarán en
Washington, mejor que sea dominado por empresas estadounidenses.
¿Se aproxima así una
real ‘guerra de los drones’?
En principio, la
política sería permitir la exportación de drones militares sólo a países
aliados (ya se hace en el caso de Gran Bretaña, y drones sin armas se han
vendido ya a otros países), por lo que sería poco probable que se diera una
confrontación entre dos fuerzas provistas de esos mismos armamentos. Países de
la OTAN como Francia, Italia e incluso Turquía, y quizá naciones aliadas del Golfo
Pérsico, como Arabia Saudita, podrían contarse entre los clientes potenciales.
Pero, indica el
‘Post’, no se trata simplemente de poner una orden, pagar y recibir los drones
militares. El gobierno de Estados Unidos analizará caso por caso cada petición
y evaluará si resulta aceptable. Críticas por la venta de esos equipos a países
con problemas de violaciones a derechos humanos estarán a la vista, y no
injustificadamente, pues el uso de drones ha sido frecuentemente asociado con
esas vulneraciones (incluso internamente el senador Rand Paul hizo un
‘filibuster’ de 13 horas que mantuvo en vilo al Senado para evidenciar y
rechazar los peligros de que drones atacaran a ciudadanos estadounidenses
dentro del territorio de Estados Unidos).
En su sitio web, el
Departamento de Estado indica que la autorización a la exportación de drones
militares incluye el plan de trabajar con los países que reciban esas armas
para crear estándares internacionales sobre su venta, transferencia y uso. Así,
se afirma que estos drones serán vendidos al extranjero con acuerdos
específicos sobre su utilización, con la idea de acotar las acciones en las que
pueden ser usados. Es de suponer que si bien se autorizaría usar drones
militares contra grupos terroristas, se prohibiría usarlos para reprimir
oposiciones internas o, quizá, para atacar a otras naciones más allá de la
defensa propia y con base en las leyes internacionales de derechos humanos.
Sea como sea, que la
operación de esos drones militares caiga en muchas más manos suscita inquietud,
aunque es cierto que esas tecnologías, que son relativamente nuevas, tarde o
temprano estarán al alcance de más países y ejércitos que los que los
desarrollaron inicialmente.
Los drones y sus
desarrollos futuros son una realidad que llegó para quedarse y son de los
primeros pasos hacia una transformación mayor en las fuerzas armadas cuyo
alcance es aún incierto: la sustitución en mayor o menor grado de las
operaciones en el campo de batalla realizadas directamente por humanos a otras
hechas por máquinas controladas remotamente, incluso con artilugios con cierta
autonomía.
No se trata aún de la
llegada del "terminator", para seguir con las alusiones fílmicas,
pero sí un paso más en un proceso que está cambiando las posibilidades tácticas
y estratégicas de intervención militar en un escenario global cambiante.
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