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XXIII Ayuntamiento de Tijuana

Así funciona un cerebro enamorado



 Por: Karla Yadira

El amor es un misterio muy poderoso, tanto que ha sido explorado por todos los campos del conocimiento humano.

Libertad, Tijuana, B. C. Marzo 2015.- En ocasiones se ha pensado que el amor es adictivo. El enamoramiento hace que el sistema nervioso libere un torrente de dopamina, la hormona del placer, que estimula el sistema cerebral de las recompensas. El efecto placentero del enamoramiento es similar al que producen las drogas duras. Y puede ser adictivo. Al mismo tiempo, un cerebro enamorado aumenta su producción de norepinefrina, la hormona que eleva la presión arterial y el ritmo cardiaco.
El amor nos lleva a la obsesión. Un cerebro enamorado baja su producción de serotonina, el neurotransmisor que nos brinda la sensación de tener todo bajo control. Cuando eso ocurre, nos obsesionamos con pequeñas cosas para compensar el descontrol y sentir que todo está en orden. Sin embargo, como el amor es impredecible, podemos caer en un ciclo obsesivo cada vez más complejo.
El amor nos empuja al riesgo. Blaise Pascal decía que el corazón tiene razones que la razón no entiende. Y estaba en lo cierto: el estado de enamoramiento bloquea ciertas funciones del cortex prefrontal, área cerebral encargada del razonamiento y la toma de decisiones. Al mismo tiempo, la amígdala (encargada de responder a las amenazas), se toma unas vacaciones. La combinación de estos efectos resulta en una mayor disposición a tomar riesgos que en otro estado mental no osaríamos imaginar.
Podemos amar y desear a dos personas distintas, al mismo tiempo. El deseo y el amor, esa poderosa
mezcla de compasión, lealtad y entrega, son dos respuestas cerebrales que aparentemente corresponden a estímulos distintos, pero suelen confundirse. Ambas producen un “subidón”, son adictivas y afectan las mismas áreas del cerebro, sin embargo, son percibidas de manera tan diferente que uno puede amar a una persona y desear a otra. Con el tiempo, esta distinción es más marcada. En el cerebro de quienes que llevan una relación larga hay gran cantidad de oxitocina, también llamada hormona de la fidelidad,  y los receptores de vasopresina están muy activos.
Transforma a los hombres en bestias visuales. El cerebro de un hombre enamorado tiene mayor actividad en el cortex visual que el cerebro de una mujer enamorada. Tratar de averiguar el origen de esta diferencia equivale a preguntar qué fue primero, si el huevo o la gallina. La actividad del cortex visual está fuertemente ligada a comportamientos culturales; en el caso del hombre, a la estimulación externa; en el caso de la mujer, al ideal romántico.
Convierte a la mujer en una máquina de recordar detalles. El cerebro enamorado de una mujer muestra más actividad en el hipocampo, región asociada ala memoria, que el cerebro de un hombre enamorado. A esto hay que añadir que el hipocampo de una mujer es más grande que el de los hombres. Por eso, señores, más vale aceptarlo sin lamentarse: una mujer recuerda hasta el más mínimo detalle.
El amor entra por los ojos. Los recién nacidos y los amantes tienen algo en común: el contacto visual es el principal medio de conexión emocional. Cuando un enamorado dice que “se pierde en la mirada hipnótica” de su pareja, no está siendo cursi, ni siquiera poético, está verbalizando una realidad biológica. Si a la mirada le sucede una sonrisa, el vínculo se fortalece. Y no podemos olvidar un tercer factor: la voz, ésta brinda información genética que nuestro cerebro decodifica sin que nos demos cuenta.
Queremos ser más que amigos. Un hombre no puede sostener por mucho tiempo una relación amistosa con una mujer. Por su parte, las mujeres pueden separar la amistad del amor romántico.



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