Libertad.-La primera vez que leí Relato de un náufrago tenía 12 años. Era un libro obligatorio de la escuela, a partir del cual debía hacer un trabajo. Recuerdo que lo terminé en una tarde, y cada sensación que describía Gabriel García Márquez quedó grabada en cada fibra de mi cuerpo durante muchos años, hasta hoy.
Cuando terminé Fahrenheit 451, de Ray Bradbury, allá por mis 15 años, me di cuenta de que no era la misma persona que lo había empezado a leer. A los 18, para ingresar en la Universidad, me pidieron que leyera Frankenstein de Mary Shelley. Quedé fascinada ante la idea de ese ser grotesco que, muy en el fondo de su corazón, solo buscaba aceptación. Posteriormente, releí estos libros unas cuantas veces.
Pero en esos años leí muchos otros libros, que, sin embargo, hoy casi ni recuerdo y que sé que no volvería a leer. ¿Qué los diferenciaba de aquellos otros?
Dejar las etiquetas
Si queremos que los adolescentes lean, debemos dejar de decirles que hay una literatura específica para ellos y otra que no lo es. El rótulo “Literatura para adolescentes” parte del mundo comercial, en el que se sectoriza lo que unos y otros pueden leer de acuerdo a su edad.
Prefiero pensar la literatura como un mundo en el que todos podemos ingresar y salir libremente, tomar un libro y dejarlo si no lo disfrutamos, o elegir una obra que no nos llama la atención, y, para nuestra sorpresa, terminar de leerla encantados.
Sin embargo, ciertas historias capturan nuestra atención más en una edad que en otras.
Identificarse
Encontrar puntos en común con el lector en las historias es lo que permitirá que una obra sea inolvidable para un adolescente. El joven, de 13 a 21 años (es una franja extensa pero corresponde a los estándares actuales de adolescencia extendida), está intentando encontrarse a sí mismo. Desea ver réplicas de él en obras literarias y en el cine. Réplicas no necesariamente de lo que es, sino también de lo que desearía ser, o de lo que teme ser.
Por otro lado, el adolescente busca estímulo y novedad, algo que lo ayude a crecer, a salir del momento en el que está de inseguridades, temores, visiones de un futuro impredecible. Quiere verse en una balsa a la deriva durante 10 días sin comer ni beber como el náufrago de García Márquez, teme vivir en una sociedad en la que la cultura sea incinerada como en la novela de Bradbury, y, al igual que el Frankenstein de Shelley, solo busca aceptación.
Leer es diferente
Para lograr que los adolescentes se entusiasmen con la lectura, los libros se les deben facilitar y ser moneda corriente en su vida, en vez de una reliquia escondida en el sótano a la que hay que desempolvar.
Si bien hoy los formatos de lectura son variados (y no compiten entre sí, sino que se complementan), lo que hay que mostrarle al adolescente es que puede encontrar un placer distinto en un libro que, por ejemplo, en una película, una pintura o un concierto de música. ¿Por qué creen entonces que los fanáticos de Harry Potter han leído todos sus libros a pesar de saber que la película se estrenaría en poco tiempo?
Si lo que se busca es motivar el estímulo único que da la lectura, llena tu biblioteca, regálale un libro electrónico, hazlo parte de ese mundo dejándolo elegir lo que le gusta, cuéntale historias que hayas leído, y lo intrigarás.
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