Libertad,
Tijuana, B.C..- La ciudad de Tijuana, ha sido una de las principales afectadas
por las deportaciones hechas por Estados Unidos, la mayoría de los deportados
son por problemas de drogas, problemas conductuales, infracciones de transito
entre otras.
Los
deportados aparte de los problemas de drogas vienen con problemas conductuales,
que no fueron atendidos ni detectados por su familia, es al llegar a la ciudad
de Tijuana donde empiezan a canalizarlos y detectan el problema;
Muchos
requieren tratamiento y apoyo familiar.
Tal
es el caso de Ernesto, de 26 años de
edad, es ex adicto a las drogas fue deportado, y ahora sabe que también es
esquizofrénico.
Cuando
vivía en Estados Unidos con su familia, tuvo un arranque de ira incontrolable,
que lo llevó a agredir físicamente a su madre. Decía que escuchaba voces y una
de ellas le ordenó hacerlo.
Aunque
toda su familia vivía en ese país de forma ilegal, la señora María Pérez
Gerardo levantó el teléfono para llamar a la policía. Consideró que lo más
prudente era pedir una orden de restricción, sin saber que ese sería el primer
paso para la deportación de su hijo.
Neto,
como le llaman en el Desayunador Padre Chava, pasó un año y medio en prisión,
donde sufrió abusos de pandilleros. Su carácter introvertido y su personalidad
hasta cierto punto “extraña”, apenas le alcanzaron para sobrevivir en ese duro
ambiente.
Después
vino la expulsión del país al que llegó cuando tenía apenas unos meses de vida.
Aunque nació en el Hospital General de Tijuana nunca fue registrado; el único
documento de identidad que tiene es la fe de bautismo.
Al
cruzar la frontera Ernesto fue llevado a un centro de rehabilitación para
tratar su problema de adicciones. Cuando vivía en el vecino país consumía
marihuana, cristal o lo que le ofrecieran y lo que calmara su estado de
ansiedad; de manera constante también recurría al alcohol.
“Me
drogaba en casa, pero mi mamá no sabía, yo no debería...”, platicó con un
lenguaje poco claro y con voz queda.
Estuvo
tres meses en rehabilitación. Fue dado de alta, aunque no sabían por qué a
veces su comportamiento era violento y “raro”.
A
su regreso al Desayunador Padre Chava, mientras cumplían con las labores
cotidianas,
agredió a uno de los trabajadores del lugar, al grado de que casi
lo hace perder un ojo.
Preocupados
por su conducta, fue llevado al hospital psiquiátrico, donde fue diagnosticado
con esquizofrenia.
Medicado
y bajo tratamiento, Neto ha controlado su conducta. Camina, se queda sentado,
obedece instrucciones, pero casi siempre con la mirada perdida. En ocasiones se
rasca la cabeza de manera repetitiva, otras veces murmura.
Su
abuela ha prometido que antes de que termine el mes acudirá al albergue para
responder por él y en caso de ser necesario internarlo en el hospital
psiquiátrico, lo que el personal del desayunador no puede hacer, porque no son
familiares.
Escuchaba
voces
Jairo
Argénis, de 22 años de edad, también llegó al Desayunador Padre Chava después
de haber sufrido la deportación, a causa de una infracción de tránsito. Antes
de eso ya era consumidor de drogas como marihuana y cristal.
Su
madre, la señora Rosa Rivas, platicó vía telefónica que es muy angustiante
saber que su hijo está solo en México, y que además debe enfrentar una
enfermedad como la esquizofrenia, que se le manifestó apenas el pasado mes de
junio.
Recordó
que Jairo “sí era un poquito corajudillo”, pero nunca mostró señales de padecer
un trastorno mental.
Trabajaba,
hacía una vida aparentemente normal, hasta que fue deportado.
Al
llegar a Tijuana le perdieron la pista, por muchos días no supieron nada de él,
pensaron lo peor.
Cuando
llegó al Desayunador Padre Chava los directivos platicaron con Jairo. Este les
contó que escuchaba voces desde algún tiempo; las órdenes que éstas le daban
iban desde cosas simples, como comer o dejar de hacerlo, pero también le decían
que matara.
Su
familia confía en que un tratamiento psiquiátrico pueda controlar el trastorno
mental y darle una mejor calidad de vida.
“Me
siento muy desesperada, con nervios, depresión, no crea que me he sentido
bien”, comentó la señora Rosa, “he estado orando mucho por él para que se
refugiara en alguna parte donde le ayudaran, le pedí a Dios que encontrara
ángeles”.
Dijo
que sus hijas, que cuentan con residencia legal, son las que estarán al
pendiente de la salud de Jairo, ya que ella es indocumentada y teme renunciar a
la vida que ha construido en Estados Unidos.
La
coordinadora del Desayunador Padre Chava, Margarita Andonaegui Padilla, comentó
que en ambos casos tomaron la decisión de tenderles la mano, pues además de su
condición de deportados el trastorno mental que padecen los ponía en serio
peligro.
Comentó
que al dejarlos en la calle podrían “matar a alguien o morir”, pues requieren
estar bajo tratamiento psiquiátrico.
Sin
embargo, resaltó que la participación de la familia es fundamental, porque son
quienes deben de tomar las decisiones sobre el tratamiento y porque tanto
Ernesto como Jairo deben saber que no están solos en esta lucha contra la
esquizofrenia.
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