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XXIII Ayuntamiento de Tijuana

Tijuana, patio trasero de ex adictos y esquizofrénicos


Libertad, Tijuana, B.C..- La ciudad de Tijuana, ha sido una de las principales afectadas por las deportaciones hechas por Estados Unidos, la mayoría de los deportados son por problemas de drogas, problemas conductuales, infracciones de transito entre otras.
Los deportados aparte de los problemas de drogas vienen con problemas conductuales, que no fueron atendidos ni detectados por su familia, es al llegar a la ciudad de Tijuana donde empiezan a canalizarlos y detectan el problema;  
Muchos requieren tratamiento y apoyo familiar.
Tal es el caso de  Ernesto, de 26 años de edad, es ex adicto a las drogas fue deportado, y ahora sabe que también es esquizofrénico.
Cuando vivía en Estados Unidos con su familia, tuvo un arranque de ira incontrolable, que lo llevó a agredir físicamente a su madre. Decía que escuchaba voces y una de ellas le ordenó hacerlo.
Aunque toda su familia vivía en ese país de forma ilegal, la señora María Pérez Gerardo levantó el teléfono para llamar a la policía. Consideró que lo más prudente era pedir una orden de restricción, sin saber que ese sería el primer paso para la deportación de su hijo.
Neto, como le llaman en el Desayunador Padre Chava, pasó un año y medio en prisión, donde sufrió abusos de pandilleros. Su carácter introvertido y su personalidad hasta cierto punto “extraña”, apenas le alcanzaron para sobrevivir en ese duro ambiente.
Después vino la expulsión del país al que llegó cuando tenía apenas unos meses de vida. Aunque nació en el Hospital General de Tijuana nunca fue registrado; el único documento de identidad que tiene es la fe de bautismo.
Al cruzar la frontera Ernesto fue llevado a un centro de rehabilitación para tratar su problema de adicciones. Cuando vivía en el vecino país consumía marihuana, cristal o lo que le ofrecieran y lo que calmara su estado de ansiedad; de manera constante también recurría al alcohol.
“Me drogaba en casa, pero mi mamá no sabía, yo no debería...”, platicó con un lenguaje poco claro y con voz queda.
Estuvo tres meses en rehabilitación. Fue dado de alta, aunque no sabían por qué a veces su comportamiento era violento y “raro”.
A su regreso al Desayunador Padre Chava, mientras cumplían con las labores cotidianas,
agredió a uno de los trabajadores del lugar, al grado de que casi lo hace perder un ojo.
Preocupados por su conducta, fue llevado al hospital psiquiátrico, donde fue diagnosticado con esquizofrenia.
Medicado y bajo tratamiento, Neto ha controlado su conducta. Camina, se queda sentado, obedece instrucciones, pero casi siempre con la mirada perdida. En ocasiones se rasca la cabeza de manera repetitiva, otras veces murmura.
Su abuela ha prometido que antes de que termine el mes acudirá al albergue para responder por él y en caso de ser necesario internarlo en el hospital psiquiátrico, lo que el personal del desayunador no puede hacer, porque no son familiares.
Escuchaba voces
Jairo Argénis, de 22 años de edad, también llegó al Desayunador Padre Chava después de haber sufrido la deportación, a causa de una infracción de tránsito. Antes de eso ya era consumidor de drogas como marihuana y cristal.
Su madre, la señora Rosa Rivas, platicó vía telefónica que es muy angustiante saber que su hijo está solo en México, y que además debe enfrentar una enfermedad como la esquizofrenia, que se le manifestó apenas el pasado mes de junio.
Recordó que Jairo “sí era un poquito corajudillo”, pero nunca mostró señales de padecer un trastorno mental.
Trabajaba, hacía una vida aparentemente normal, hasta que fue deportado.
Al llegar a Tijuana le perdieron la pista, por muchos días no supieron nada de él, pensaron lo peor.
Cuando llegó al Desayunador Padre Chava los directivos platicaron con Jairo. Este les contó que escuchaba voces desde algún tiempo; las órdenes que éstas le daban iban desde cosas simples, como comer o dejar de hacerlo, pero también le decían que matara.
Su familia confía en que un tratamiento psiquiátrico pueda controlar el trastorno mental y darle una mejor calidad de vida.
“Me siento muy desesperada, con nervios, depresión, no crea que me he sentido bien”, comentó la señora Rosa, “he estado orando mucho por él para que se refugiara en alguna parte donde le ayudaran, le pedí a Dios que encontrara ángeles”.
Dijo que sus hijas, que cuentan con residencia legal, son las que estarán al pendiente de la salud de Jairo, ya que ella es indocumentada y teme renunciar a la vida que ha construido en Estados Unidos.
La coordinadora del Desayunador Padre Chava, Margarita Andonaegui Padilla, comentó que en ambos casos tomaron la decisión de tenderles la mano, pues además de su condición de deportados el trastorno mental que padecen los ponía en serio peligro.
Comentó que al dejarlos en la calle podrían “matar a alguien o morir”, pues requieren estar bajo tratamiento psiquiátrico.
Sin embargo, resaltó que la participación de la familia es fundamental, porque son quienes deben de tomar las decisiones sobre el tratamiento y porque tanto Ernesto como Jairo deben saber que no están solos en esta lucha contra la esquizofrenia.


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