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Pollo frito y arroz haitiano, ahora se venden en la ciudad
LIBERTAD,
TIJUANA, 07-10-2016.-La crisis migratoria de
extranjeros varados en la frontera de Tijuana es capitalizada por comerciantes
locales en los alrededores de la Zona Norte pues se han adaptado a las
necesidades de los haitianos.
Pollo frito y arroz
haitiano, ahora se vende en la ciudad y se ha convertido en una sensación.
Después de las diez de la mañana, el fuerte olor del arroz condimentado y el
sonido de pollo friéndose en aceite, atrae a un centenar de migrantes que por
cuarenta pesos, el sabor de la comida les hace recordar Puerto
Príncipe, la ciudad haitiana que dejaron para poder alcanzar el sueño americano
a través del asilo político en Estados Unidos.
En la pequeña lonchería "Dulces" de Doña Fausta, ya no vende frijoles con chilaquiles o chorizo con huevo, desde hace un mes el "pollo haitiano", le trajo suerte en abundancia a su pequeño negocio.
En la pequeña lonchería "Dulces" de Doña Fausta, ya no vende frijoles con chilaquiles o chorizo con huevo, desde hace un mes el "pollo haitiano", le trajo suerte en abundancia a su pequeño negocio.
"Yo antes
vendía comida mexicana, aquí para los locatarios pero un día una
mujer con cinco mujeres más llegaron y me dijeron que si les daba permiso para
cocinar su comida, pero cada vez llegaban más y le pidieron que vendiera comida
y así comenzó todo esto", expresó Fausta.
La mujer haitiana
tuvo que pedir ayuda a otro connacional suyo para traducir en español los
ingredientes que necesitaban y en ocasiones hasta con señas para adivinar lo
que se ocupaba comprar.
"La forma de
preparar el arroz y hasta marinar el pollo es totalmente diferente a la forma
como se prepara en México", comentó Fausta.
Apenas amanece y un
grupo de mujeres haitianas comienzan a trabajar. Llevan a cabo todo un proceso
para limpiar el pollo. Le quitan el cuero, después lo sumergen en jugo de limón
debidamente hervido y eso, eso es solo una parte de un largo procedimiento.
"Yo veo que las
mujeres lo marinan con ajo, mucho ajo, chiles habaneros, clavo y otras
cosas", dice la señora Fausta encogiendo los hombros.
"El arroz lleva
también muchos condimentos, le ponen frijol y le muelen mucho ajo, cebolla,
además de otros ingredientes", platicó.
El Sol de Tijuana
ingresó a la cocina de la pequeña lonchería ubicada en la zona Centro.
Había tres mujeres de piel oscura que pedían
no les tomaran fotografías a sus rostros. Dan la impresión de ser mujeres de
carácter fuerte, trabajadoras.
Una cortaban chile
habanero, otra tomó el pollo marinado con una cuchara grande y lo acomodaba en
una cazuela que está puesta al fuego con aceite caliente. Cuando comienza a
freírse y a tomar un color caramelizado se desprende un olor inigualable a
pollo frito con especies que hasta hace picar la nariz.
"¡Cuidado
caliente! (SIC)", levantó la voz la cocinera haitiana, mientras ponía más
comida en el sartén porque llegaban cada vez más clientes.
Otra cocinera, quien
sólo sonríe al ver la curiosidad de la periodista, muestra la rapidez con la
corta la cebolla para sazonar el arroz.
Diariamente llegan por
lo menos unos cien haitianos y entre Fausta y su esposo tratan de imponer un
orden.
"Les damos un numerito
escrito en un cartón para atenderlos pero ni así, no respetan. Todos se
avientan, aunque sean amigos, todos quieren ser el primero", exclamó su
esposo sonriendo.
Pero en la pequeña
lonchería, no se dan abasto porque la comida no alcanza para todos. Siempre hay
haitianos que se quedan con las ganas de comer su comida tradicional, preparada
con la delicadeza que lo hacen las mujeres de su país.
Los clientes antiguos
de doña Fausta que trabajan en la obra o en los talleres de carrocería han
tenido que adaptarse al nuevo menú.
"Los locatarios de
aquí, en un principio no querían esto, pero ahora ya les gusta, hasta tengo
tres nuevos clientes que son chinos y también vienen a comer esto",
comentó.
En este pequeño lugar
los haitianos que han tenido una larga travesía para llegar a la frontera norte
de México y pedir asilo, han encontrado un pequeño lugar donde, en medio del
sufrimiento y casación se aferran a su cultura y a su tradición.
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